Los tacones… (notas del encierro parte 1)

Hoy extrañe perro los tacones. Por eso me los puse. Porque de lo poco que he aprendido en este tiempo – es que si tienes ganas de hacer algo y puedes hacerlo – hazlo.

Yo no sé si he aprendido mucho durante este #putocovid, la verdad es que quisiera decir que he leído mil libros, que he escrito el comienzo de uno, que he meditado diariamente, que he cocinado coq au vin… pero lamentablemente no.

Nada de eso. No sé si he hecho nada importante de verdad. No se si saldré mejor persona. Mejor mamá. Mejor ama de casa. Mejor novia. Mejor algo. Creo que no.

Y me duele un poco, me decepciona, pues si quería aprovechar este espacio, para salir algo mejorada.

Lo que si sé, es que he estado observando todo más de cerca. Sé también que me he visto más a mi, a mis amores, a mis demonios, a mis momentos de acierto, a mis frustraciones; sé que he observado más el cielo, más atardeceres y amaneceres, cosa que jamás hago, he visto los árboles y he sentido el soplar del viento. He disfrutado de la sopa de espinaca y de las verduras de los huertos, he disfrutado del mezcal y del vino (de más por cierto), he disfrutado de siestas cortas, he disfrutado de la nada, del pasar del tiempo. No me he aburrido, tengo un día muy completo, mis amigas de #sersana a las 8, la hora del café en silencio, la junta de status de las 10, la p. escuela de los hijos, 99 llamadas con un “cliente nuevo”. He trabajado mucho, hemos inventado en equipo cosas chingonas, han salido nuevas ideas y también probables proyectos, he sido nuevamente copy, he tenido juntas cortas y largas, he tenido dentro de este desorden, algo más de órden.

He tenido muchas “horas del aperitivo” con mi novio, hemos visitado muchos viveros, hemos llenado la casa de plantas, Irma y yo hemos cosido 147 cojines. J plantó hortensias en el jardín y diariamente las observamos y comentamos lo bonitas que están. Dia-rio.

Conozco mejor a Diego, conozco mejor a Juli, se que son pésimos estudiantes y magníficos seres humanos. Nos hemos pegado unas madrizas fuertes por la tarea, por el infierno del homeschool, por el uso excesivo del teléfono y del tik-tok; pero cada vez que se van unos días a ver a su padre, descanso el primero, y el segundo ya los quiero a mi lado de regreso.

Conozco mejor a Juano, sé que su lado neurótico está ahí acechándome para cuando nos pongamos viejos, pero también sé que con ningún otro hombre me hubiera echado este encierro. Nos hemos reído, hemos peleado, hemos visto “salir a flote” muchos de los temas que habíamos enterrado. Y todo eso está muy bien. Todavía estoy convencida de que “para siempre lo quiero”.

Me di cuenta de que soy pésima maestra, la peor seguro, y también mis hijos son los peores alumnos, los peores por mucho. Me vi en la necesidad de reconocer ante ellos, que nunca me aprendí las pinches tablas, nunca supe dividir, ni multiplicar, ni nada; pero me tranquiliza mucho pensar, que aún así – con esos huecos de aprendizaje matemático – pude conseguir siempre trabajo. Eso también se los dije, para que se queden tranquilos – pues de tanto tontearlos y tontearme – ya andaban muy inquietos.

No he podido consolidar una lista de lo que extraño de “mi vida de antes”, porque la verdad es que ahorita me siento muy afortunada con la que puedo tener. Mi encierro ha sido de los buenos. Y para cuando acabe (dicha lista), sé que ahí estarán mencionados los tacones. Juli y Diego dicen que siempre que llego a casa a comer con ellos, pueden escucharme llegar desde que entro al lobby del edificio, con el clac-clac-clac de mis zapatos.

Así que cuando Sheinbaum nos dijo lo del semáforo rojo, caí en cuenta de que pasaran semanas antes de volver a ponerme los cabrones tacones… y corrí a ponérmelos.

Porque así es esto del covid,

Unos días eres la master de la introspección y la filosofía,

Y al día siguiente eres una frívola, que muere por unos tacones nuevos.

#coviddiaries

 

 

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