Rancho Chita II

Yo no sé porque siempre he relacionado esa utopía de “encontrar paz” en mi vida, con tener un huerto de tomates.
Yo creo que por “lo poco probable” que era tenerlo.
De hecho, tan poco probable como el poder algún día estarme en paz.

 

Cuando empecé́ a decir mi frase de “quiero un jardín con tomates” vivía en NY, 

donde era lejanísima la posibilidad de tener nada – más allá́ de una maceta con “basil” – en la azotea.
Además, mi maceta no me daba nada de paz.
Luego regresé a México y puse un naran-limón en mi terraza y cabe mencionar 

(y repetir), 

que tampoco me dio nada de paz.

El caso es que en este #covid encierro en Valle De Bravo, surgió la posibilidad de hacer un #huerto, cosa que me emociona mucho, aunque no sé nada del tema (nada de nada), entonces me estoy echando una maestría a través de “YouTube, Pinterest, podcasts y 100 libros que pedí́ por Amazon.

Me quiero volver una cabrona plant whisperer, para sorprender a todos.

El tema con la tierra y las plantas, es que quizás hemos visto muchas películas.
Y nada es como las películas,

yo de ese tema sé mucho, porque mi pareja vive imaginando las cosas como en las películas de Hollywood; y cuando quiere que cocinemos juntos, él nos imagina – a mi picando cebolla y él cocinando lo importante; 

el vestuario de dicha película consiste en él con jeans sin camisa,

y yo en chones con delantal, 

pero todo sale fatal, porque “en ese set hollywoodense” él se quema su pecho peludo, con el aceite de oliva caliente, y yo me corto el dedo con el cuchillo del pan.


Y de regreso a la realidad,

hoy nos trajeron nuestra primera caja del huerto.
Juano ya se ve con las botas echando la tierra y la composta.
Y yo tengo miedo en silencio. 

Pues que carajos voy a hacer, cuando estén brotando los tomates, si es que no me llega la paz.
Eso si va a ser una putada.

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